‘Manotazo’ del Nápoles a las aspiraciones de la Juventus

Nápoles acaba de vivir la noche más ilusionante de su historia post-Maradona. En Fuorigrotta llegaba una Juventus con siete puntos menos, ganas de remontar y procedente de ocho triunfos seguidos sin encajar ni un gol. En otros tiempos, habría habido miedo a una derrota que cambiaría por completo el ritmo de un campeonato que los sureños están dominando. Pero este año tiene algo distinto. Decir que el Nápoles ganó se queda corto: los azzurri le endosaron a la Juventus una de las derrotas más dolorosas de su historia, dejándola a 10 puntos de su indiscutible liderato.

Sabía el Nápoles que tenía la oportunidad de dar un golpe sobre la mesa en la carrera por el título, así que pasó el rodillo desde el pitido inicial. Tras una serie de tanteos, Kvaratskhelia emergió entre la férrea línea defensiva juventina para cazar el centro de Politano con un remate de chilena. Szczesny hizo gala de sus reflejos felinos para frustrar la ocasión, pero Osimhen estuvo atento al rechace para inaugurar las hostilidades con un potente testarazo.

Lejos de venirse abajo, la Juventus se revolvió tras el gol, y Di María aprovechó un regalo de la zaga partenopea para mandar el primer aviso al estrellar el esférico contra la cruceta. El amago de rebelión de la ‘Vecchia Signora’ parecía firme, pero no tardó en ser sofocado por Kvaratskhelia. Aprovechando un gran envío de Osimhen, el georgiano dio un pase a la red para poner tierra de por medio.

Segundo tanto del Nápoles, segunda reacción de la Juventus. Di María aprovechó una serie de imprecisiones de la defensa local, poco contundente en el momento de intentar defender el avance del argentino, para recortar diferencias. En el último aliento de la primera parte, solo una intervención milagrosa de Meret tras un centro envenenado de Chiesa pudo evitar que los ‘bianconeri’ igualasen la contienda antes del descanso.

Allí, en el Maradona pasó de todo. Hubo quien reía, quien lloraba, quien no se lo creía. El estadio empezó a iluminarse y a oler a scudetto como no lo había hecho nunca sin el Diego. Ahora, en Nápoles, soñar es una obligación.

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