La Roma ganó por la mínima ante el Leverkusen una semifinal de ida a la que llegó en emergencia total, sobre todo en defensa. Sin Smalling, Llorente ni Kumbulla, Mourinho tuvo que adaptar a Cristante en la zaga y el triunfo llegó gracias a Bove, hijo de la cantera romanista y cada vez más protagonista por las bajas que sufren los capitalinos.
Como en la previa del partido, justo antes de empezar todos los ojos apuntaron a los entrenadores. Xabi, jugador ilustre del Madrid de Mou, se fundió en un abrazo con el entrenador portugués mientras todas las cámaras los seguían. La amistad les une, aunque solo uno podrá estar en la gran final del Puskás Aréna de Budapest.
Y en la cancha no hay amigos. Porque el Leverkusen fue a por todas desde el primer minuto, y fue Florian Wirtz el que casi logra abrir el luminoso pasados los 7′ de la primera parte tras recibir un pase de Hlozek. Aunque, para su mala fortuna, el disparo se fue apenas desviado por el palo izquierdo de Rui Patricio.
Los alemanes, que perdieron por lesión a Kossounou antes del descanso, sufrieron en el comienzo de la reanudación el mejor momento de los romanisti. Allí llegó el 1-0, que anotó Bove tras una combinación con Abraham y una parada de Hradecky ante el inglés. El italiano es, como Zalewski, uno de los ‘bambini’ lanzados por Mourinho, que le definió “perro enfermo” porque, cuando juega, “corre, muerde y lo da todo”. El de 20 años anotó así su primer gol europeo y, poco después, le dejó el sitio a Wijnaldum, que saltó al campo junto con Dybala. Las dos estrellas llegaban en condiciones precarias y pudieron crear poco. En cambio, el Leverkusen hizo méritos para el 1-1 y Cristante lo evitó quitando de la línea de gol un disparo de Frimpong tras un choque entre Rui Patrício y Azmoun. Salvó así un triunfo que deja a los romanos más cerca de su segunda final europea consecutiva: les queda otra batalla en Alemania.