Modric amarga a Sergio Ramos su regreso al Bernabéu

El peor Sevilla de la historia reciente sigue siendo un ejemplar competitivo magnífico. El Madrid tuvo que recurrir al recurso más inesperado, el truco quizá menos previsible de su amplio repertorio, para desbaratar el excelente ejercicio defensivo de Quique. Pero Modric no se apaga. Hablando de amor por la competición, el croata podría escribir una enciclopedia. Es un renegado, se resiste con cabezonería balcánica a que su edad pese más que su inacabable talento.

Luka se irá cuando acabe la temporada, o no, pero en su vocabulario la palabra ‘rendirse’ en casi ofensiva. Su entrada en el minuto 73 iba a meter un tajo a lo tejido por Quique. El sobrino de Lola Flores identificó desde el principio que a este Sevilla lo salvaba más la practicidad que el arte.

Para el Bernabéu metió hilo (línea de cinco, con Kike Salas, Ramos, Badé y por delante Soumare y Sow) y aguja (Nyland) para suturar la hemorragia en defensa que arrastraron sus antecesores en el campo. Ideó una Línea Maginot en el Bernabéu que tuvo algo más éxito que la histórica en la Segunda Guerra Mundial. De no ser por Modric, resistió al equipo que dos jornadas antes le había hecho un siete al Girona.

Quique puso piernas y pulmones nuevos para recuperar terreno y sacar al Madrid de su área, y Ancelotti apostó por meter a Modric en el medio retrasando a Tchouameni a la zaga. El Sevilla estaba contento con el panorama de partido que había y los de Carletto seguían buscando la fisura en la zaga sevillista.

Ramos tapaba todas las vías de agua de la defensa visitante cuando una pelota cayó en los pies de Modric, que en el control se sacó de encima a Soumaré y sacó un disparo que acarició el palo por dentro entrando en la portería de Nyland, que solo pudo verla pasar.

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