España y Brasil prometen espectáculo en el Bernabéu en un partido contra el racismo. Vuelve Rodrigo; Vinicius, Rodrygo y Endrick, alicientes de la ‘canarinha’.
Desde hace unos días tenía lema, Una misma piel; desde ayer, a eso de las cuatro de la tarde, también tiene mensaje: “Quiero que tengamos más igualdad en un futuro próximo con menos casos de racismo, que las personas negras tengan una vida normal”. Lo dijo Vinicius, quien poco después se derrumbó: “Estoy cada vez más triste, tengo menos ganas de jugar”. Cuesta escuchar eso a un chaval de 23 años. Mucho.
El partido, a mayor gloria de Vinicius y su encomiable lucha contra el racismo, es la última gran prueba de España antes de acudir a Alemania, adonde llegará como vigente campeona de la Nations League con un equipo coral, sin delanteros exuberantes ni estrellas rutilantes. Un grupo en el que la juventud de Lamine, Nico Williams o Cubarsí marida bien con la jerarquía de futbolistas como Rodrigo o Carvajal. Una selección que presume de competir bien en las grandes citas. Yesta lo es. Una cita que arranca salpicada por las lágrimas de Vinicius en su lucha contra esta lacra del racismo que asola a la sociedad y especialmente al fútbol.