El cuento de hadas del Bayer Leverkusen vivió su pesadilla mortal en el momento más inesperado. En un partido donde se derrumbaron todos los sueños de un equipo prácticamente invencible, Xabi Alonso perdió su corona casi un año después en la gran final de la Europa League contra el Atalanta. La debacle en Dublín no puede empañar una temporada histórica del donostiarra, que ha creado un equipo para el recuerdo a pesar de su última derrota.
La gloria esta vez fue para el Atalanta y Gasperini, un técnico revolucionario en Italia que necesitaba esta presentación continental para mostrarse a toda Europa. Un entrenador fabuloso que ha llevado a un modesto conjunto italiano, respetado pero sin títulos desde 1963, a la mayor cumbre de su historia. Nada de esto sería posible sin Ademola Lookman, convertido en Mbappé cuando todos esperaban que los héroes fueran otros. Suyos fueron los tres tantos de una final que le encumbra para siempre entre los grandes protagonistas de cualquier hazaña posible.
El nigeriano hizo añicos al Leverkusen y a Xabi Alonso, que se encontró un espejo enfrente y no supo cómo romperlo. El Atalanta de Gasperini fue lo que son ellos, un equipo fresco, enérgico en la presión, entusiasta en sus ataques, bien plantado con su defensa adelanta de tres. Pocas veces esta temporada se había visto tan incómodo el Leverkusen como el día que se jugaba un título europeo, factor que además derivó en tembleque general por saberse en ojos de todo el mundo.