Ha pasado de epicentro del Madrid a verse desplazado. En el campo para encajar a Mbappé y en el impulso de la entidad a Vinicius para el Balón de Oro.
Hace justo un año, Jude Bellingham silenció Montjuïc. Un año en el que su caída en la baja de la curva de Gauss no deja de pronunciarse.
A estas alturas del curso pasado, lucía trece dianas y el Hey Jude de los Beatles sonaba de nuevo como si fueran los sesenta; ahora está peleado con el gol entre otras razones porque su nueva posición en el campo es controvertida. Un limbo, el purgatorio, en el que mantiene su estatus de estrella dentro del planetario blanco pero donde su poder gravitatorio ha cambiado. El equipo ha dejado de orbitar en torno a su imán para generar ocasiones y goles.
Sacrificio, trabajo… no era lo que parecía que iba a verse de Bellingham esta temporada.
Bellingham, tercero en la votación del Balón de Oro por detrás de Vinicius y Rodrigo.