Argentina pisoteó a Brasil. Goleó, sin tener a Leo Messi, por 4-1, pero el marcador podría haber sido aún más escandaloso. Hay un mundo entre esta versión empoderada de la Albiceleste y este Brasil sin alma, vulgar, sin patrón de juego, que va más allá de la conquista de un Mundial y dos ediciones consecutivas de la Copa América.
La albiceleste arrancó el partido ya con el billete al Mundial conseguido y parece que esa situación liberó al equipo, que saltó al Monumental con la intención de disfrutar y pasar por encima de un rival al que siempre tienen ganas. De ese modo, a los 12 minutos el marcador ya era de 2-0. A los cinco minutos Julián Álvarez puso el primero tras un gran pase de Almada y una maniobra en la que, con cierta fortuna, se llevó la pelota en el área para definir con categoría. El segundo gol lo convirtió Enzo Fernández tras una excelsa y prolongada acción colectiva que el medio del Chelsea finalizó en el segundo palo.
En ningún momento la pentacampeona del mundo sacó la garra necesaria para revertir la situación. Muchos jugadores mostraron pasividad y falta de tensión en pelotas divididas o en la recuperación. Y Argentina no lo perdonó. Y muchos menos Simeone, que aprovechó una vez más sus minutos al máximo. Entró desde el banquillo y en una de sus primeras acciones dejó un remate potente y preciso en una llegada al área que sorprendió a defensa y arquero para dejar el 4-1 definitivo.