El partido en el Metropolitano estaba marcado en rojo en el calendario de Hansi Flick. El técnico consideraba que, más allá de la trascendencia que ya tenía de por sí, la vuelta de semifinales ante el Atlético contenía un valor psicológico clave en el sueño del triplete.
Simeone, mientras, salía con su chándal que ha sido el traje de Copa y Giuliano por la izquierda, por eso de que quizá ninguno de los que tiene para jugar ahí le convence. Reinildo cubría por detrás, por eso de que, por delante, tenía a Lamine. Un Lamine que lo descerrajaba a la primera carrera. Pedri le servía una pelota por encima de la defensa que Yamal centraba al punto y Giménez salvaba bordeando el autogol. Primer aviso de Flick. Con esos dos futbolistas despedazaría a Simeone. No tendrá que esperar el argentino a mayo para poner la notas. La temporada rojiblanca ha muerto en abril.
Nunca se toca fondo. Se puede estar peor.
La guerra la gana el que utiliza mejor a sus soldados.
Juega cada partido como si fuera el último. Al Atleti solo le quedaba eso.