Y el Arsenal no se asustó

Al final, una remontada no es otra cosa que una gloriosa disculpa a un desastre colosal. Pues bien, el Madrid no se ganó esta vez el perdón del pecado original ante una hinchada que hizo su parte, que se esmeró en la coreografía, pero al equipo no le dio para reponerse del repaso en Londres. Se abre ahora un tiempo de reflexión que tendrá consecuencias, porque no hay día más triste en el curso para el madridismo, que es su desahucio de la Champions.

El año I de Mbappé en el Madrid acaba en inesperada decepción para un equipo que entró campeón en septiembre y se va cabizbajo en cuartos en abril tras varias salidas de pista y para un jugador que esperaba que el cambio de club cambiara también su suerte. Puso poco de su parte. El Arsenal nunca estuvo en peligro, administró el tiempo y desesperó a un Madrid sin remate. Esta vez no faltaron kilómetros (aunque hizo ocho menos que el Arsenal) sino claridad, la tercera C, la de cabeza. Y también una mayor incidencia de las figuras. El mejor ataque del mundo anduvo en paradero desconocido.

El principal artífice de una gesta para la historia del club ‘Gunner’, que regresa a unas semifinales de la Champions League 16 años después y lo hace por la puerta grande, con un recital futbolístico en el Santiago Bernabéu (1-2) que redondea la gesta que empezó con el doblete de falta de Declan Rice y el golazo de Mikel Merino en el Emirates Stadium. Un ejemplo de lo que es un entrenador (se podría escribir en mayúsculas) de un equipo con mentalidad ganadora, con una propuesta clara y unos jugadores de un talento inmenso entregados en cuerpo y alma a las órdenes de su técnico. Las comparaciones con Carlo Ancelotti son odiosas.

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