Lamine rescata a un Barça soporífero y sin ideas

Aferrado al inmenso talento y carácter de dos adolescentes como Cubarsí y Lamine que debería avergonzar a algunas vacas sagradas, el Barcelona supera un trauma y carga pilas para afrontar el partido del año contra el Nápoles después de ganar por 1-0 con un golazo de Yamal. El Barça se pone segundo, pero depende de los niños. Por mucho que los árbitros permitan que los zurren.

Para muchos expertos, aficionados y afición en general, una de las obras cumbre del Barcelona fue la final del Mundial de Clubes de diciembre del 2011, cuando el equipo blaugrana aplastó al Santos por 4-0 con una alineación con nueve centrocampistas en el equipo. La evolución, las circunstancias y una serie de catastróficas desdichas llevaron ayer a Xavi a plantear el duelo contra el Mallorca con un sólo centrocampista: Gündogan.

Lamine despertó y reactivó al equipo y a la afición con un latigazo cruzado que fue repelido por la madera. Los hermanos Hernández trataron de agitar el árbol con dos cambios en la delantera: minutos para Vitor Roque y Lewandowski, sustituyendo a un invisible Joao Félix y a un frustrado Marc Guiu. Y el equipo empezó a respirar distinto.

Erró la primera, pero trató de desquitarse con el palo probando la misma acción. Y de qué manera. Volvió a recibir Lamine en el vértice del área y envió el mismo cañonazo cruzado, en esta ocasión, hacia el fondo de las mallas para desatar el delirio. Qué diamante en bruto tiene el Barça con el de Rocafonda. Y la afición acabó cantando “Échale huevos, el martes échale huevos” para despedir al equipo”.

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