Una prórroga agónica y un desenlace trepidante en los penaltis condujeron a Argentina a las semifinales del Mundial cuando más le había hecho sufrir Van Gaal, cuando todo se había puesto en su contra a pesar de que tuvo la clasificación mucho antes en el bolsillo. Murió de pie Países Bajos, que reaccionó a tiempo y a base de colgar balones. Comprimió un partido del que salieron vivos como pudieron Argentina y Messi, víctimas también, en realidad todos, de un arbitraje nefasto de Mateu. No habrá Clásico en semifinales, pero sí estará la Argentina de Messi con su versión camaleónica. Modric le espera.
La Albiceleste fue mejor desde la alineación. Scaloni calcó el dibujo de Van Gaal. Plantó un espejo sobre el campo para obligar a mirarse en él a los neerlandeses y que comprobaran que quizá no eran tan guapos con su esquema habitual. El plagio neutralizó los dos carrileros de Van Gaal y descubrió mas huecos para Messi de los que hubiera tenido con un socio más al lado. A veces lo mejor con los genios es dejarlos libres, que se sientan lobos solitarios. Messi lo fue. Cada vez que participó del juego elevó el partido.
Tras el pitido final, Messi se acercó al banquillo del técnico holandés con el gesto de hablar, en claro signo de disconformidad con Van Gaal y su cuerpo técnico, en concreto con Edgar David, con quien se enzarzó sobre el mismo terreno de juego. A raíz de toda la historia nacen sus declaraciones post partido en las que aseguraba que “Van Gaal vende que juega bien al fútbol y empezó a meter gente alta y a tirar balonazos”.